Katia descansaba en la tina, era sábado por la noche, Israel no llegaría hasta las dos o tres de la mañana. Dimitri gritaba algo desde la cocina. Katia desde la tina gritó en inglés: -¿Qué?. Katia ya estaba acostumbrada al acento de Dimitri, pero todavía no podía saber que era lo que quería.
Tomó su bata, y fue a la cocina para saber que quería Dimitri. Cuando llegó a la cocina, Dimitri ya lo había olvidado. Dimitri aprovechó y deslizó su mano por debajo de la bata, agarró firmemente el aun mojado trasero de Katia. Hacían el amor en la cocina, Dimitri maldecía en checo y ella en español.
Comían desnudos en la mesa de la cocina. Katia hablaba más que Dimitri, quien a veces sólo respondía con miradas o no respondía. Era casi la una y media de la mañana, ella apurada, tomó sus cosas, le dio un beso en la boca como despedida y bajó a su departamento.
Se metió a la regadera, para lavar la evidencia y la culpa, se secó el pelo y se fue a dormir. Israel llegó después. Estaba agotado por el ajetreo del restaurante, pero no podía conciliar el sueño. Encendió la televisión, hasta que se quedó dormido en el sofá.
El constante cansancio de Israel, ayudaba a encubrir el desinterés de Katia. Israel trabajaba largas horas, estaba ahorrando para tener algo que ofrecerle a Katia.
Dimitri no dejó de tener amigas, Katia se tenía que soplar la ruidosa compañía del vecino, Israel se entusiasmaba con la agitación vecinal. Invitaba a Katia a escuchar a los vecinos. Ella se ponía furiosa y reventaba en contra de Israel. –¿Cómo puedes hacer eso?, ¿Qué no sientes vergüenza?. A lo que él respondía, usualmente con miembro en mano. –Si no les da pena a ellos, ¿por qué me habría de dar pena a mí?.
La situación se volvía intolerable, de vez en cuando se encontraban a Dimitri en la puerta del edificio. No se saludaban. Israel invariablemente decía: -“Ya viste, allá va tu vecino”. A lo que Katia respondía –Me da repulsión de solo verlo.
Katia, en uno de esos fines de semana de coger y comer, le planteó la posibilidad a Dimitri de vivir juntos. Él ni la miró, simplemente no contestó. Ella pensó: “Así es él, sino contesta es que esta de acuerdo”. Katia interpretó el silencio como un sí. Recordando el dicho que dice: “El que calla otorga”.
Katia estaba decidida a hablar. En cuanto vio la oportunidad le dijo a Israel:
- ¿A qué hora llegas hoy?
- No sé, tal vez después de las 10. ¿Por qué?
- No, por nada.
- ¿Qué quieres?
- No, no es nada.
- No me dejes con la curiosidad, sabes que no me gusta.
- Quería hablar contigo
- ¿De qué?
- Cuando llegues hablamos
- Dime de qué
- Luego
Israel la tomó de la barbilla y clavándole los ojos le dijo: -¿De qué quieres que hablemos?. Ella desvió la mirada, dijo: - Es difícil para mí. No sé como decirte. Caminó unos pasos, para crear un poco de distancia y se dirigió a él: - No estoy segura de esto. Él alzaba más la voz. -¿De qué?. Katia continúo, - De nosotros, he estado pensando mucho. Él ya gritaba. -¿En qué?. Ella respiró profundo, fingió tomar valor y se lo soltó: -He estado pensando en que nos demos un tiempo.
Esta frase la sintió Israel como un proyectil directo al pecho. Explotó al instante: - ¿Qué, qué?.
Katia trataba de mantenerse fría. –Israel, ¿De qué te sorprendes? Desde el principio fui clara y te dije que no estaba enamorada de tí.
Israel por un instante, se detuvo para leer entre líneas lo que Katia le trataba de decir.
Ella continuó. –El que quiso venir conmigo fuiste tú, yo nunca te prometí nada.
En este punto, estaba claro para Israel.
-¿A quién te estás cogiendo?.
- A nadie, ¿Por qué me dices eso?
- ¿Quién es?
Él estaba fuera de sí. Ella curiosamente no le temía. Le gustaba cuando Israel adoptaba esa actitud, firmeza salía de sus frases. Si no estuviera pensando en mudarse con Dimitri, podría considerar quedarse con él.
Israel repetía una y otra vez,
- Lo sabía, lo sabía.
Caminaba de un lado para otro, se agarraba la cabeza.
- Es ese pendejo con quien compartes oficina, ¿verdad?.
- Noooo, ¿cómo crees?. Estás loco. Mejor cálmate, para que te puedas ir al trabajo.
- Lo sabía. ¡Es ese pendejo!. ¡Dime ya!.
Ella no contestó. Él se fue azotando la puerta.
Llegó al restaurante, habló con un amigo que había hecho allí, quedaron de acuerdo cuando terminaron en el restaurante salieron juntos, pasaron a uno de estos supermercados que abren las 24 hrs para comprar dos pares de pantimedias, ante el asombro del cajero de medianoche.
Esperaban que el compañero de Katia saliera del laboratorio, era un pobrecito nerd que trabajaba día y noche, esperando algún día ser doctor.
Eran cerca de las dos de la mañana, lo vieron salir, cuando se bajaban del auto vieron al ayudante del laboratorio salir detrás de él. Eran dos contra dos. Israel con la media en la cabeza y un bate de béisbol se adelantó, su cuate le cuidaba la espalda. Le dijo en inglés: - A ti te quería ver. El pobre casi se mea en los pantalones. El otro individuo ni se movió. Después de una serie de insultos le dijo:
-Ya sé que te estas acostando con Katia. Eso tiene consecuencias.
De la nada el ayudante de laboratorio, se le tiró como un gato al nerd. Israel se tuvo que hacer para atrás ante el asombro. El gato le tiraba arañazos en la cara. Le decía: -¿Cómo te atreves a engañarme?. Yo te lo he dado todo.
Israel y el amigo, presenciaban una pelea de gatos. El ayudante gritaba, insultaba, y tiraba arañazos. El nerd en el suelo se defendía literalmente como gato boca arriba.
El amigo de Israel se agarraba la panza de la risa. A Israel le quedó claro que ese pobre no se estaba acostando con Katia.
Israel no llegó a dormir, su compañero de oficina no llegó a trabajar. Katia había alcanzado un punto en el que ya no sentía nada, nada le importaba más que estar con Dimitri.
Katia empezó a empacar, tenía las maletas sobre la cama, era obvio lo que iba a pasar. Deseaba con el corazón que Israel no hiciera las cosas más difíciles, sabía que era un buen hombre y que al final entendería su decisión.
Lo que necesitaba en ese momento era estar con Dimitri, por primera vez sin culpa. Dimitri tampoco había ido a dormir. Eso no le sorprendió a Katia, muchas veces Dimitri cuando no tenía compañía se quedaba a trabajar toda la noche en la oficina.
No había terminado de pensar en esto cuando llegó Israel. Lo primero que le dijo: -Me vas a decir con quien te has estado acostando. Katia se metió al cuarto y cerró la puerta. No quería que Israel viera las maletas –Ya te dije que con nadie. Israel dijo: -Pues de aquí no me voy hasta que me digas.
Israel se metió al baño.
Ella aprovechó para meter todo debajo de la cama.
Dimitri no aparecía. Katia, cerciorándose que Israel seguía en el baño, llamó a la oficina de Dimitri y le dijeron que había pedido permiso para llegar tarde, tenía que ir a recoger al alguien al aeropuerto, en un pueblo de estudiantes esto era común, tampoco le extraño que no le hubiera dicho nada. Dimitri no hablaba mucho.
Con Israel todavía en el baño vio llegar el auto de Dimitri, salió corriendo para recibirlo, cuando vio que venia acompañado por una mujer y un niño. Katia sintió que las piernas se le hicieron de gelatina. Se detuvo a medio camino.
Él sin expresión y con su terrible acento le dijo:
- Ella es mi mujer, éste mi hijo.
Sin esperar, y sin saludar, todos subieron al departamento dejando a Katia en el estacionamiento.
Cuando salió Israel del baño, vio a Katia desencajada llorando. Le dijo: -¿Qué?, ¿Ahora, si me vas a decir?.
Fabiola
Agosto de 2004
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